El corazón late deprisa mientras tu fuero interno te dice que no des un paso más, que no cruces la línea. La adrenalina tiñe levemente tus mejillas de rojo y aunque parezca mentira, no parece temblarte el pulso cuando te desabrochas la cazadora y la dejas caer sobre la silla.
Me miras. No me miras, me penetras con tu mirada. Mirada oscura, directa, ineludible y embaucadora. Desafiante, seductora....
La suerte estaba echada y el delito, estaba prácticamente cometido...
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