miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un día conocí a un hombre

Una vez conocí a un hombre.
Digo que lo conocí porque me confesó su mayor miedo.
Digo que era un hombre porque me confesó que su mayor miedo era que pasaran los años y se viera solo.

Sonreí y le prometí que yo, por el momento, no lo iba a abandonar.
Demostré que era una mujer porque le dije "por el momento" en vez de "nunca".
Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que no fui tan mujer, porque pensé como una niña que, yo nunca estaría sola. Pensé en mi enorme familia, en todos mis amigos y los que me quedaba por conocer... Y sentí lástima por él pero sin compartir ese miedo.

Ha pasado ya mucho tiempo desde aquello.
Él demostró con unos actos que también era un niño con atisbo de hombría, lo mismo que me pasaba a mi.
Y sin embargo, juntos, nos hicimos algo más mayores y al final del todo, me hizo compartir y verdaderamente comprender su miedo.

Llegó ése día que a muchos nos llega en el que te encuentras solo en tu cama, llorando por estar solo aun sabiendo que hay treinta personas a tu alrededor a menos de unos metros de distancia. No obstante, cuando te acuerdas de eso, lo único que haces es encogerte más en tu colchón y llamar a alguien que sabes que nunca va a fallarte: la ama.
Entre sollozos le dices que ya te has dado cuenta. Que se acabó el juego.
Que aquel chiste de que los animalitos son nuestros amiguitos, que hay un príncipe azul -y sólo uno- esperándote ahí fuera, que los amigos nunca te harán daño y que siempre habrá un buen chocolate caliente y una bufanda que te cubra la nariz en cada invierno es mentira. Mentira podrida.

Cuando ese día llegó y yo estaba acurrucada en mi colchón hablando con mi ama ella me dijo que los amigos de verdad son cuatro contados. Creo que una vez más la ama tiene la razón -ya se sabe que "las amas siempre tienen la razón"- y me puse a echar cuentas. Esa misma tarde quedé con uno de esos "cuatro" amigos y lo vi claro. Pero al haberme equivocado tantas veces al creer conocer a algunos de los "tres" restantes le confesé que desconfiaba mucho. Que de él (ella en realidad) me fiaba, pero de los próximos no.
Nunca he dudado que aun faltan por pasar muchas personas en mi vida, pero no va a ser tan fácil que se queden, o eso creo yo.
Desde luego, las únicas conclusiones que he sacado de todo esto es que esas "cuatro" personas son las de toda la vida, las que hasta ahora no te han fallado y tienes la firme corazonada (que no sólo impresión ¡ojo!) de que no lo harán pertenecen a ése cuarteto aunque seguro que llegará alguna más.
Y para terminar, que aquel hombrecillo, temía bien, pero yo, por mucho que la distancia me separe de mi "cuarteto" no estaré sola.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amonita guapa.

Cuando me acerco a la taza humeante y aspiro el olor de las hierbas no puedo evitar la tentación de cerrar los ojos.
Me imagino a mi misma recorriendo el largo pasillo. Ataviada con un camisón azul claro de cuellos redondos y con un chaleco de cachemir color granate avanzo con pasos adormilados hasta llegar a la última puerta a la izquierda. Me giro y al fondo la veo a ella iluminada por una lámpara curiosamente moderna para la antigüedad de la casa. Recuerdo como levantaba la mirada del periódico (Diario Vasco) y me miraba por encima de las gafas reposando una taza de las mismas hierbas que huelo en un platito que la igual que la taza está decorado con intenciones chinas.
Su bata azul oscura con botones que creo que proceden de Rusia me transmite esa confusa familiaridad que tienen las cosas que nunca cambian.
Le doy los buenos días y con un cálido abrazo beso su fría mejilla al tiempo que me siento a su lado.
Miro el Neskuik recién calentado por la cocinera, apoyado sobre el mantel marrón de peras y manzanas y le doy un largo trago que me calienta el alma.

Estar en casa es lo que tiene.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Tripako mina eta korapiloa bigarren aldiz.

Tripako mina sabelean eta korapiloa eztarrian.
Inurridura besoetan eta zutik egoteko zailtasuna.

Ezer ez dago neure esku jada.
Bakoitzak uste duena pentsatzeko aukera badauka eta nahi duena sinistearen aurka ez daukat zereginik.
Izan ere ez da neurea zeregina. Ez det ezer egin.

Gauza da, urtebete ondoren, hain ondo ezagutu ondoren, hainbeste sekretu elkarbanatu ondoren... nolakoa naizen ez jakiteak gaizki sentiarazten nauela. Gutxinaka-gutxinaka eta kolpeak bata bestearen atzetik jaso ezkero hau da gehien min egiten didana. Antza, ez zituen nere sekretuak entzun, ezta nigan konfidatu ere, are gehiago, enindun ezagutu.
Hortaz, gezur hutsa bizi dudala sentitzen det, denbora galdu dudala ezezagun batekin, hoberen ulertzen ninduna zala sinetsiz.

 Inoiz ez zidala minik egingo zin egin zidanari nire osotasunean entregatu nintzan, kostaka. Zenbat negar beragaz konfidatzeko eskatu zidanean. Zenbat irribarre eta besarkada maite ninduela esaten zidan aldi berezi eta gutxienetan. Hor baitago gakoa, orain ere, maite ninduela uste detela. Baino norbait maitatzeko lehenik eta behin, nolakoa den, eta bera zein den jakitea beharrezkoa zelaz ziur nengoen.
Ikusita dago berriz ere, oker nengoela.

Neri gertatzea ere...r