miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amonita guapa.

Cuando me acerco a la taza humeante y aspiro el olor de las hierbas no puedo evitar la tentación de cerrar los ojos.
Me imagino a mi misma recorriendo el largo pasillo. Ataviada con un camisón azul claro de cuellos redondos y con un chaleco de cachemir color granate avanzo con pasos adormilados hasta llegar a la última puerta a la izquierda. Me giro y al fondo la veo a ella iluminada por una lámpara curiosamente moderna para la antigüedad de la casa. Recuerdo como levantaba la mirada del periódico (Diario Vasco) y me miraba por encima de las gafas reposando una taza de las mismas hierbas que huelo en un platito que la igual que la taza está decorado con intenciones chinas.
Su bata azul oscura con botones que creo que proceden de Rusia me transmite esa confusa familiaridad que tienen las cosas que nunca cambian.
Le doy los buenos días y con un cálido abrazo beso su fría mejilla al tiempo que me siento a su lado.
Miro el Neskuik recién calentado por la cocinera, apoyado sobre el mantel marrón de peras y manzanas y le doy un largo trago que me calienta el alma.

Estar en casa es lo que tiene.

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