La cosa es:
India, Julio de 2012.
El tren para en la estación.
Gallinas, cabras, aves exóticas enjauladas, mujeres con niños, hombres... todos bajan en fila india, y nunca mejor dicho. Entre el gentío, una rostro de tez clara llama la atención entre aquellas gentes. Mira a todas partes sin perder detalle, sin creer estar viviendo lo que ven sus ojos. Denota asombro, curiosidad y su corazón late con ganas de conocer ese mundo tan distinto al suyo.
El idioma natal se mezcla con un inglés de acento marcado pero la bulla de la estación no la deja concentrarse en las conversaciones que vuelan de un lado a otro.
Está asombrada y el corazón le late tan aprisa que apenas se ha percatado del hedor y del sofocante calor que la rodea. Su mente viaja mucho más allá de lo físico.
Con la mochila a cuestas, sale a empujones de la estación con una sonrisa en la cara y los pulmones llenos de aire para sumergirse entre las calles de la India.
Por de pronto, decide sentarse en una esquina para sacar una hoja con indicaciones que necesita para llegar a su destino, pero antes, unos minutos de reflexión:
Apoya los codos en las rodillas y se sujeta la cabeza entre las manos. Con la barbilla levantada, cierra los ojos y respira hondo: necesita armarse de valor para recordar.
Enseguida recuerda aquel señor que deseaba que hiciera el viaje. Sonríe al imaginarse su alegría cuando reciba todas las cartas que piensa escribirle dese allí... De pronto su rostro se endurece al recordar aquel cuarto, al recordar aquel chico... Aquel chico de ojos marrones y sonrisa apagada. Todas las tardes iba a su casa, a su cuarto a saludarlo.
Ella tan sólo tenía 14 y el 23, pero le contaba lo que había hecho en la escuela. El se reía al recordar sus antiguos profesores de la escuela y su padre, desde el marco de la puerta se le hinchaba el corazón de amor al ver feliz a su hijo. Más adelante, dejó de ir acudir a diario a aquella casa, ya no estaba él para escuchar sus anécdotas escolares.
Ahora el mismo padre que los observaba desde la puerta sonríe en su casa pensando en la niña que está cumpliendo el papel de su hijo. Que está siguiendo sus pasos.
La niña en realidad ya no es una niña, ha crecido, es una señorita. Ella es una mujercita que está en la India, al igual que lo hacía su amigo de la infancia hasta que le detectaron leucemia.
Es cierto que él se fue, pero aun queda algo de él en la tierra. Ella es la prueba viviente de ello y el consuelo para un padre que perdió su bien más preciado.
*Historieta con mucho de real.
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