Hay quien ve enamorarse como una pérdida de tiempo. Hay quien lo busca a toda costa, es lo que cobra sentido a sus vidas. Hay quién piensa que sólo existe un amor verdadero, hay quién dice que hay más de uno y hay quién dice que el amor no existe. Las opiniones son ricas si son propias y diversas, y además, para gustos los colores.
Personalmente veo enamorarse como una aventura. Una aventura peligrosa y arriesgada que da miedo. Pánico. Es un momento delicado, frágil y que asusta, porque llega sin que te enteres y cuando menos te lo esperas estás pendiendo de un hilo y toda tu vida da vueltas a tu alrededor mientras tu te aferras al hilo para trepar hasta arriba y recobrar el sentido.
No busco perfecciones ni caras bonitas. No deseo lo imposible ni evito las discusiones. Intento ser consciente, no dejarme caer en el abismo... Y sin embargo, paradógicamente y contradictoriamente -la bipolaridad es mi sino- lo añoro cuando no lo tengo y lo evito siempre que puedo.
Me gustan las conversaciones, las cosas curiosas, las ganas de vivir, la riqueza de una opinión propia y la lealtad. Pero es tan engañoso el amor que todo me parece incierto, inseguro. Es como caminar sobre hielo, nunca sabes si esta vez se partirá por la mitad y caerás en el mar, gélido y impasible. Entonces nadarás, con dolor en los brazos, con un frío que no te dejará respirar y los minutos los sentirás como días hasta llegar a la orilla más cercana.
Así lo veo y así lo siento.
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