martes, 10 de diciembre de 2013

Cuando dejas de escuchar, dejas de aprender.

Los que no me conocen dicen que hablo mucho. Los que me conocen dicen que callo demasiado, que pienso demasiado. Me dicen que miro mucho a los ojos, que siempre estoy atenta a lo que pasa alrededor.
(Roy Liechtenstein)
Antes yo también era como esas personas que preguntaban "¿en qué piensas?" pero descubrí algo más entretenido que esperar una respuesta a esa pregunta: adivinarla.
Me empecé a fijar en las miradas, en los tonos de voz, en las cejas levantadas y también en esos detalles que sólo son perceptibles para el más minuicioso observador. 
Cada persona es un mundo. Piensa de forma distinta, actúa de forma distinta y sin quererlo, expresa sus opiniones con sus gestos particulares. Siempre distintos.
Pero si callas, si observas, si escuchas, si deduces, si no das nada por sentado... entiendes cada mundo. Sabes cuando alguien miente, cuando alguien trama algo, cuando alguien no está de acuerdo, cuando alguien está ilusionado. Y sólo cuando percibes todo esto, sabes cómo contrarrestarlo. Entiendes que una sonrisa puede curar un mal día, que un halago puede apaciguar un mosqueo, que un par de oídos que escuchen son sinónimo de una vía de escape y entonces, y sólo entonces, puedes utilizarlo a tu favor. Puedes hacer tu entorno un lugar mejor. Puedes dar a alguien unas palmaditas en la espalda sin terciar palabra, o puedes preguntar si necesita un café. Puedes anticiparte y ayudar a restarle importancia a un problema o puedes simplemente quedarte en silencio junto a quien lo necesite.
No debes esperar a que nadie lo haga por ti, porque pocos son los que miran, pocos son los que atienden y en definitiva son pocos los que se interesan por los demás. No obstante, recuerda que tu alrededor es parte de ti y que una relación agradable viene siempre mejor que una desagradable. Por eso, sonríe, saluda, da los buenos días. A tu compañero de trabajo, al jefe, a tu familia, a tus compañeros de piso, a la vecina... y sobre todo sonríe y saluda al autobusero, al taxista, al recepcionista, al portero... porque algo que para uno no es nada, para otro ya es algo, y quizás hasta sea mucho. 



domingo, 6 de octubre de 2013

Desayunando

Ismael era esa clase de persona a la que le gusta empezar a escribir en el margen superior izquierdo de un folio en blanco. Cuando se manchaba el jersey se ponía a balbucear y pasaba el resto del día hecho un manojo de nervios.  Lo único que no perturbaba su afán por el perfeccionismo era su pelo que lo llevaba alborotado.
Carmen sin embargo, reciclaba folios haciendo anotaciones en la primera hoja que veía y perdía sus gafas en cualquier parte. Compraba flores con ilusión y las regaba y ponía música clásica pero al cabo de un par de días despistada cabeza las olvidaba y terminaba teniendo un cementerio de flores en su piso.
Irene por su parte, era la clase de persona a la que aquello que se alejara del campo de "peluquerías-bares "chill-out"-tiendas de ropa" no suscitaba ningún tipo de interés en ella. Empeñaba dos horas y media cada mañana sólo en arreglarse -con ese estilo casual que caracteriza al sector más fashion del mundo de la moda- para ir a trabajar a esa oficina de una tienda de ropa a la que no pienso hacer mucha publicidad. 

Aquel día los tres compañeros de piso desayunaban, como cada mañana, en la cocina de aquel minúsculo piso de un quinto sin ascensor cuando de repente, se abrió la caja de pandora.
- ¡Mierda! ¡Joder! ¡Se me ha caído café en el pantalón! - chilló Ismael, visiblemente irritado.
- Vaya... Trae que te lo limpio yo, que ese pantalón es de franela y es mejor lavarlo con un producto que acabamos de traer de China y que tarda sólo 20 minutos en dejártelo como nuevo - Irene.
Carmen soltó una sonora carcajada y se jactó con un "eso agua y jabón y acabas antes" que a Irene le sentó como un puñetazo en el estómago.
- Pe..pe.. pero.. ¿qu..qué hago? -ya empezaban los balbuceos de Ismael.
- Vete así, ¿qué más da? -Carmen.
- Si bueno, yo no soy como tú que le da igual ir con una falda sucia, y los brazos llenos de pintura de bolígrafo. Yo creo que si fueras con un gato muerto en la cabeza te daría igual.- la furia y la ofensa ya no dejaban lugar a balbuceos.
(....)

(Lo siento pero tengo visita y tengo que parar aquí! Agur!)

jueves, 26 de septiembre de 2013

Hay quien ve enamorarse como una pérdida de tiempo. Hay quien lo busca a toda costa, es lo que cobra sentido a sus vidas. Hay quién piensa que sólo existe un amor verdadero, hay quién dice que hay más de uno y hay quién dice que el amor no existe. Las opiniones son ricas si son propias y diversas, y además, para gustos los colores.
Personalmente veo enamorarse como una aventura. Una aventura peligrosa y arriesgada que da miedo. Pánico. Es un momento delicado, frágil y que asusta, porque llega sin que te enteres y cuando menos te lo esperas estás pendiendo de un hilo y toda tu vida da vueltas a tu alrededor mientras tu te aferras al hilo para trepar hasta arriba y recobrar el sentido.
 No busco perfecciones ni caras bonitas. No deseo lo imposible ni evito las discusiones. Intento ser consciente, no dejarme caer en el abismo... Y sin embargo, paradógicamente y contradictoriamente -la bipolaridad es mi sino- lo añoro cuando no lo tengo y lo evito siempre que puedo.
Me gustan las conversaciones, las cosas curiosas, las ganas de vivir, la riqueza de una opinión propia y la lealtad. Pero es tan engañoso el amor que todo me parece incierto, inseguro. Es como caminar sobre hielo, nunca sabes si esta vez se partirá por la mitad y caerás en el mar, gélido y impasible. Entonces nadarás, con dolor en los brazos, con un frío que no te dejará respirar y los minutos los sentirás como días hasta llegar a la orilla más cercana.
Así lo veo y así lo siento.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Imaginación a cambio de unos segundos

A pesar de sus curtidos 28, Mikel seguía siendo un tipo de lo más ingenuo.
Una de esas tardes que sus ojos negros vagabundeaban por el casco viejo en su trayecto al bar donde trabajaba como camarero, una niña se cruzó en su camino. Aquel diminuto matojo de pelo negro apenas tendría 6 años. Todo ocurrió muy deprisa, la agarró por los hombros y frenó en seco, a riesgo de caer de bruces al suelo con la niña entre sus manos. Mikel expiró todo el aire que sus pulmones habían contenido por el susto y acto seguido la niña lo miró con unos ojos azul verdosos, como el mar y le dedicó una sonrisa desdentada seguida de una carcajada traviesa. Oyó un grito ahogado y se acercó corriendo una mujer que apenas tendría unos años más que él. Agarró a la niña y le dirigió una mirada reprobadora al tiempo que le decía "horrela ezin zera kaletik ibili! barkamena eskatu berehala gizon honi!". La niña levantó la vista pero Mikel, que estaba absorto mirando a la mujer, apenas oyó las disculpas de la pequeña, aquellos ojos más verdes que azules y esa forma de mirar lo habían cautivado. 
Por un segundo recobró consciencia de la situación y avergonzado sonrió rápidamente a la niña esperando no haber quedado en ridículo pero la niña había huido corriendo igual que había venido y "ojos de mar" le dirigía una sonrisa embriagadora. "Ez da ezer izan" consiguió mascullar. 
"Ojos de mar" asintió sin dejar de mirarlo a los ojos y giró sobre sus talones al tiempo que ponía orden a un grupo de niños que llevaban una gorra azul y una mochila a conjunto. 

Aquel encuentro fue el culpable de tres platos rotos, dos cuentas mal hechas y unas cuantas collejas por parte de sus compañeros. Estaba en las nubes. Su infinita imaginación buscaba un nombre que hiciera justicia a la belleza de aquella chica, se preguntaba dónde viviría, como sería su casa, cuales serían sus hobbies, sus restaurantes favoritos. ¿Le gustaría el mar? Seguro que sí. Podrían ir a hacer surf. Y si ella no sabía, él mismo le enseñaría. La animaría a volverse a poner de pies la primera vez que cayera y la segunda y la tercera... Luego podría invitarla a un helado y podrían ver la puesta de sol tirados en la playa. Quizás se animaría a capturar algunos cangrejos para luego dejarlos libres, y podrían visitar con el coche los lugares más recónditos y disfrutar de las noches con el silencio de la montaña escondidos en algún que otro albergue. Verían las estrellas por las noches y harían el amor una y dos y tres veces hasta que sus cuerpos temblaran de cansancio y cayeran dormidos... Podrían disfrutar de una cerveza fría mientras contaba historias para hacerla reír... Haría lo que fuera por ver esa sonrisa otra vez, se dijo. ¿Y el beso? ¿Cómo la besaría por primera vez?... 
La sonrisa tonta se desvaneció de pronto, como si le hubieran dado una bofetada y puso los pies en la tierra. No la conocía. No sabía nada de ella, ni siquiera su nombre. No sabía si la volvería a ver, pero su imaginación le había vuelto a jugar una mala pasada. Con solo una mirada y una sonrisa, había inventado un amor imaginario y una vida imaginaria.

miércoles, 7 de agosto de 2013

El padrino. Mario Puzo


"Además y hasta cierto punto, habían perdido su sensibilidad mental y física. Ya no les era posible enamorarse. Les resultaba prácticamente imposible desempeñar el papel de mujeres acosadas por los hombres. El dinero, la fama y su antigua belleza les habían dado una personalidad demasiado fuerte."


Foto: Cliffs of Moher, Eire. 
Uno de mis rincones favoritos del mundo.

lunes, 27 de mayo de 2013

Fugaz

El corazón late deprisa mientras tu fuero interno te dice que no des un paso más, que no cruces la línea. La adrenalina tiñe levemente tus mejillas de rojo y aunque parezca mentira, no parece temblarte el pulso cuando te desabrochas la cazadora y la dejas caer sobre la silla.
Me miras. No me miras, me penetras con tu mirada. Mirada oscura, directa, ineludible y embaucadora. Desafiante, seductora.... 
La suerte estaba echada y el delito, estaba prácticamente cometido...

miércoles, 22 de mayo de 2013

Bonheur

"La bonheur est réservé à ceux qui savent se regarder dans un miroir."


Argazkian: Fred Astaire & Rita Hayworth

domingo, 24 de marzo de 2013

Peces y lástima de país

-"Es un secretito. Y los secretos, si quieres que sigan siendo secretos es mejor no contárselos a nadie."

No había atisbo de duda en sus ojos. Se reafirmaba con cada palabra y con cada argumento. No pensaba soltar prenda.
Martín lleva semanas absorto en sus dibujos. Había dejado de ir a jugar al parque y sus únicos amigos eran papel y lápiz. Dibujaba en los bordes de los periódicos, en cuadernos de dibujo, en los deberes de clase... y sólo dibujaba peces.
Peces de todos los colores, de todos los tipos. Algunos los dibujaba en el agua rodeados de estrellas de mar, otros picando un anzuelo y otros simplemente dibujaba un boceto y los dejaba sin acabar.

Lo cierto es que me exasperaba y me preocupaba al mismo tiempo esta nueva obsesión por los peces. Por lo que sé, esta actividad podría ser una vía de escape, una forma de canalizar una angustiosa preocupación.
"Quizás los problemas de casa le afecten" pensaba yo, aunque el "quizás" lo obviaba muchas veces. En nuestro humilde piso a las afueras de la capital no faltaban los problemas. A mi hijo mayor le diagnosticaron leucemia hace escasos meses, justo después de que a mi marido lo despidieran. Yo trabajaba como secretaria en una empresa mediocre que no pudo hacer frente a la crisis y tuvo que cerrar. Fueron tres golpes fuertes y el cierre del servicio de oncología del hospital más cercano fue otro punto en nuestra contra.

Ahora que cae la noche, y el sol ha dejado de ahuyentar las penas, me encuentro en el salón de casa de mis padres -ya que del nuestro nos desahuciaron el mes pasado- y miro los platos sobre la mesa en los que hace un rato descansaban unas tristes hojas de lechuga que había podido comprar con lo poco que nos queda. A mi derecha Martín sigue dibujando peces en una servilleta de papel y a mi izquierda mi marido mira taciturno la televisión en la que salen políticos y dirigentes del país solidarizándose con el resto del país -parado y en situaciones críticas- mientras te enseñan en una tablet, igualita a la que le han regalado a sus hijas, estadísticas mezcladas con palabrería y promesas baratas.


sábado, 12 de enero de 2013

Goi-goian






Bapatean, bihotzak zauriak sendatu ditunean, goian sentitu naiz.
Goitik begiratzen dut behin samindu nuen edonori. Aihergatasunez. Bihozgabe. 
Malkoak hozten zaizkidanean, ez nago tontakeriak jasarazteko prest. Halaber, barkamenik bai baino betikotasunik ez det merezi ez duenari eskeiniko. Are gutxiago haren alhaduren zurrumurruak ixilarazteko.

Konfidantza piska batekin eta kemenez goaz aurrera. Iraganeko harriek ez gaitzatela gure bidean aztoratu.