martes, 20 de diciembre de 2011

Quién nos ha visto y quién nos ve

Estaba viendo fotos.
Iban en orden: de las más recientes a las más viejas.

Me he reído sola.

He recordado cuales son mis orígenes, de dónde vengo, cómo fui, por qué hice aquello, por quién lo haría de nuevo... Me ha servido para saber quien soy ahora, y por qué.

En nada Navidad y por vez primera en mucho tiempo, creo que va a ser uno de los momentos más felices del año.

Ganas de volver a casa, con los de casa.

"Y aquí seguimos, sin perder el norte."

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿Por qué las mujeres van juntas al baño?

Os dejo un monólogo que me han pasado que responde a la famosa duda de "¿Por qué las mujeres van juntas al baño?" Muy bueno...


"El gran secreto de todas las mujeres respecto a los baños es que de pequeña tu madre te llevaba al baño,
te enseñaba a limpiar la tabla del inodoro con papel higiénico y luego ponía tiras de papel cuidadosamente en el perímetro de la taza.

Finalmente te instruía: 'Nunca, nunca te sientes en un baño público'. Y luego te mostraba 'la posición' que consiste en balancearte sobre el inodoro en una posición de sentarse sin que tu cuerpo haga contacto con la taza.

'La Posición' es una de las primeras lecciones de vida de una niña, súper importante y necesaria, nos ha de acompañar durante el resto de nuestras vidas. Pero aún hoy en nuestros años adultos, 'la posición' es dolorosamente difícil de mantener cuando tu vejiga está a punto de reventar.

Cuando TIENES que ir a un baño público, te encuentras con una cola de mujeres que te hace pensar que dentro está Brad Pitt. Así que te resignas a esperar,sonriendo amablemente a las demás mujeres que también están discretamente cruzando piernas y brazos en la posición oficial de 'me estoy 'meando''.

Finalmente te toca a ti, si no llega la típica mamá con 'la nenita que no se puede aguantar más'.
Entonces verificas cada cubículo por debajo para ver si no hay piernas.
Todos están ocupados. Finalmente uno se abre y te lanzas casi tirando a la persona que va saliendo.

Entras y te das cuenta de que el picaporte no funciona (nunca funciona); no importa... Cuelgas el bolso del gancho que hay en la puerta, y si no hay gancho (nunca hay gancho), inspeccionas la zona, el suelo esta lleno de líquidos indefinidos y no te atreves a dejarlo ahí, así que te lo cuelgas del cuello mientras miras como se balancea debajo tuyo, sin contar que te desnuca la correa, porque el bolso está lleno de cositas que fuiste metiendo dentro, la mayoría de las cuales no usas, pero que las tienes por si acaso...

Pero volviendo a la puerta... Como no tenía picaporte, la única opción es sostenerla con una mano, mientras que con la otra de un tirón te bajas los pantalones y te pones en 'la posición'... Alivio...... AAhhhhhh.... por fin... Ahí es cuando tus muslos empiezan a temblar.... 
Porque estás suspendida en el aire, con las piernas flexionadas, las braguitas cortándote la circulación de los muslos, el brazo extendido haciendo fuerza contra la puerta y un bolso de 5 kg colgando de tu cuello.
Te encantaría sentarte, pero no tuviste tiempo de limpiar la taza ni la cubriste con papel, interiormente crees que no pasaría nada pero la voz de tu madre retumba en tu cabeza 'jamás te sientes en un inodoro público!!', así que te quedas en 'la posición' con el tembleque de piernas... Y por un fallo de cálculo en las distancias una salpicada finíííííísima del chorro te salpica en tu propio culo y te moja hasta las medias!!!
Con suerte no te mojas tus propios zapatos, y es que adoptar 'la posición' requiere una gran concentración.
Para alejar de tu mente esa desgracia, buscas el rollo de papel higiénico peeero, nooo hayyyyyy...!
El rollo esta vacío...! (siempre) Entonces suplicas al cielo que entre los 5 kilos de cachivaches que llevas en el bolso haya un miserable kleenex, pero para buscar en tu bolso tienes que soltar la puerta, dudas un
momento, pero no hay más remedio.......
Y en cuanto la sueltas, alguien la empuja y tienes que frenar con un movimiento rápido y brusco, mientras gritas OCUPAAADOOOO!!!

Ahí das por hecho que todas las que esperan en el exterior escucharon tu mensaje y ya puedes soltar la puerta sin miedo, nadie intentará abrirla de nuevo (en eso las mujeres nos respetamos mucho). Sin contar el garrón del portazo, el desnuque con la correa del bolso, el sudor que corre por tu frente, la salpicada del chorro en las piernas... el recuerdo de tu mamá, que estaría avergonzadísima si te viera así; porque su culo nunca tocó el asiento de un baño público, porque francamente, 'tú no sabes qué enfermedades podrías agarrarte ahí'.
...estás exhausta, cuando te paras ya no sientes las piernas, te acomodas la ropa rapidísimo y tiras la cadena tratando de tocarla lo menos posible, por si las enfermedades....

Entonces vas al lavabo.
Todo esta lleno de agua así que no puedes soltar el bolso ni un segundo, te lo cuelgas al hombro, no sabes cómo funciona el grifo con los sensores automáticos, así que tocas hasta que sale un chorrito de agua fresca, y consigues jabón (si es que lo hay), te lavas en una posición de jorobado de Notredame para que no se resbale el bolso y quede debajo del chorro...

El secador ni lo usas, es un trasto inútil así que terminas secándote las manos en tus pantalones, porque no piensas gastar tu kleenex para eso y sales...

En este momento ves a tu chico que entró y salió del baño de hombres y encima le quedó tiempo de sobra para leer un libro de Borges mientras te esperaba.

'¿Por qué tardaste tanto?'' te pregunta él ya aburrido.

'Había mucha cola' te limitas a decir.


Y esta es la razón por la que las mujeres vamos en grupo al baño, por solidaridad, ya que una te aguanta el bolso y el abrigo, la otra te sujeta la puerta, otra te pasa el kleenex por debajo de la puerta y así es mucho más sencillo y rápido ya que uno sólo tiene que concentrarse en mantener 'la posición' y la dignidad."

domingo, 11 de diciembre de 2011

Mareo

Hola,
¿Qué hay?

Mis letras flotan de nuevo.
Vuelvo al blog. Hoy era el día: tengo muchas cosas dentro de mi. Pero esta vez me va a costar sacarlas.

Estoy tranquila, tranquilamente inmersa en el aire, entre paredes o en calle. Nada que me impida seguir siendo.
Busco mis propias sonrisas, busco mi propia alegría, porque solo yo lo puedo hacer por mí.

Hoy he estado recordando. Me he acercado a la sombra de aquel árbol, pensando que me podría sentar allí a pensar como si nada. Pero apenas he puesto un pie bajo él.... mil sentimientos, innumerables imágenes luchaban en mi cabeza, carcajadas, cosquillas, el calor de mil besos, un abrazo entre sábanas y sueños, mil despertares, otros tantos olores, el tacto de un pelo, arañazos de pasión, miradas de complicidad, el humo de la relajación....
Me he mareado.
He visto el cielo oscuro en un segundo y he tenido que recordarme quién soy, de qué va esta historia, cuáles fueron los motivos, qué pasó después...

Tanto dolor, tanto mareo, deshorientación, dolor de tripas y en las rodillas, lágrimas acumulándose en mis párpados... joder como cuesta esto.

Pero es que en verdad, quiero más, stay a little bit longer...
pero no...  ¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué saliste rana? Creí que podrías ser tú....

http://www.youtube.com/watch?v=F1sHuSBUECs&ob=av2e

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un día conocí a un hombre

Una vez conocí a un hombre.
Digo que lo conocí porque me confesó su mayor miedo.
Digo que era un hombre porque me confesó que su mayor miedo era que pasaran los años y se viera solo.

Sonreí y le prometí que yo, por el momento, no lo iba a abandonar.
Demostré que era una mujer porque le dije "por el momento" en vez de "nunca".
Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que no fui tan mujer, porque pensé como una niña que, yo nunca estaría sola. Pensé en mi enorme familia, en todos mis amigos y los que me quedaba por conocer... Y sentí lástima por él pero sin compartir ese miedo.

Ha pasado ya mucho tiempo desde aquello.
Él demostró con unos actos que también era un niño con atisbo de hombría, lo mismo que me pasaba a mi.
Y sin embargo, juntos, nos hicimos algo más mayores y al final del todo, me hizo compartir y verdaderamente comprender su miedo.

Llegó ése día que a muchos nos llega en el que te encuentras solo en tu cama, llorando por estar solo aun sabiendo que hay treinta personas a tu alrededor a menos de unos metros de distancia. No obstante, cuando te acuerdas de eso, lo único que haces es encogerte más en tu colchón y llamar a alguien que sabes que nunca va a fallarte: la ama.
Entre sollozos le dices que ya te has dado cuenta. Que se acabó el juego.
Que aquel chiste de que los animalitos son nuestros amiguitos, que hay un príncipe azul -y sólo uno- esperándote ahí fuera, que los amigos nunca te harán daño y que siempre habrá un buen chocolate caliente y una bufanda que te cubra la nariz en cada invierno es mentira. Mentira podrida.

Cuando ese día llegó y yo estaba acurrucada en mi colchón hablando con mi ama ella me dijo que los amigos de verdad son cuatro contados. Creo que una vez más la ama tiene la razón -ya se sabe que "las amas siempre tienen la razón"- y me puse a echar cuentas. Esa misma tarde quedé con uno de esos "cuatro" amigos y lo vi claro. Pero al haberme equivocado tantas veces al creer conocer a algunos de los "tres" restantes le confesé que desconfiaba mucho. Que de él (ella en realidad) me fiaba, pero de los próximos no.
Nunca he dudado que aun faltan por pasar muchas personas en mi vida, pero no va a ser tan fácil que se queden, o eso creo yo.
Desde luego, las únicas conclusiones que he sacado de todo esto es que esas "cuatro" personas son las de toda la vida, las que hasta ahora no te han fallado y tienes la firme corazonada (que no sólo impresión ¡ojo!) de que no lo harán pertenecen a ése cuarteto aunque seguro que llegará alguna más.
Y para terminar, que aquel hombrecillo, temía bien, pero yo, por mucho que la distancia me separe de mi "cuarteto" no estaré sola.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amonita guapa.

Cuando me acerco a la taza humeante y aspiro el olor de las hierbas no puedo evitar la tentación de cerrar los ojos.
Me imagino a mi misma recorriendo el largo pasillo. Ataviada con un camisón azul claro de cuellos redondos y con un chaleco de cachemir color granate avanzo con pasos adormilados hasta llegar a la última puerta a la izquierda. Me giro y al fondo la veo a ella iluminada por una lámpara curiosamente moderna para la antigüedad de la casa. Recuerdo como levantaba la mirada del periódico (Diario Vasco) y me miraba por encima de las gafas reposando una taza de las mismas hierbas que huelo en un platito que la igual que la taza está decorado con intenciones chinas.
Su bata azul oscura con botones que creo que proceden de Rusia me transmite esa confusa familiaridad que tienen las cosas que nunca cambian.
Le doy los buenos días y con un cálido abrazo beso su fría mejilla al tiempo que me siento a su lado.
Miro el Neskuik recién calentado por la cocinera, apoyado sobre el mantel marrón de peras y manzanas y le doy un largo trago que me calienta el alma.

Estar en casa es lo que tiene.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Tripako mina eta korapiloa bigarren aldiz.

Tripako mina sabelean eta korapiloa eztarrian.
Inurridura besoetan eta zutik egoteko zailtasuna.

Ezer ez dago neure esku jada.
Bakoitzak uste duena pentsatzeko aukera badauka eta nahi duena sinistearen aurka ez daukat zereginik.
Izan ere ez da neurea zeregina. Ez det ezer egin.

Gauza da, urtebete ondoren, hain ondo ezagutu ondoren, hainbeste sekretu elkarbanatu ondoren... nolakoa naizen ez jakiteak gaizki sentiarazten nauela. Gutxinaka-gutxinaka eta kolpeak bata bestearen atzetik jaso ezkero hau da gehien min egiten didana. Antza, ez zituen nere sekretuak entzun, ezta nigan konfidatu ere, are gehiago, enindun ezagutu.
Hortaz, gezur hutsa bizi dudala sentitzen det, denbora galdu dudala ezezagun batekin, hoberen ulertzen ninduna zala sinetsiz.

 Inoiz ez zidala minik egingo zin egin zidanari nire osotasunean entregatu nintzan, kostaka. Zenbat negar beragaz konfidatzeko eskatu zidanean. Zenbat irribarre eta besarkada maite ninduela esaten zidan aldi berezi eta gutxienetan. Hor baitago gakoa, orain ere, maite ninduela uste detela. Baino norbait maitatzeko lehenik eta behin, nolakoa den, eta bera zein den jakitea beharrezkoa zelaz ziur nengoen.
Ikusita dago berriz ere, oker nengoela.

Neri gertatzea ere...r

domingo, 16 de octubre de 2011

En punto muerto.

Poca luz y mucho silencio.
Los mejores escenarios son los nocturnos.
Esto es una chica, niña unas veces, mujer otras que apaga las velas de su habitación. Se va a acostar.
Sopla la última y un palpito la obliga a girar sobre sus talones. Alza la vista y ahí está: la luna.
Brillante astro que ilumina los mayores secretos, la mayoría de las lágrimas sólo ella, dueña de la noche las ve.
La chica (en estos momentos mujer), se pierde observando su silueta realzada por la oscuridad del cielo negro. Piensa muchas cosas, pero ninguna en concreto. "¿Cuántas personas estarán mirando la luna en este mismo instante? ¿Qué pensarán? ¿Cómo serán? ¿Alguna estará bebiendo un vaso de leche? ¿Quizás estén fumando? ¿Estará él mirando la luna? ¿Se acordará de mí? ¿Quizás tanto como yo de él?"

Sólo las luces de velas repartidas por la habitación, olor a incienso de manzana, Orishas de fondo... inmejorable.

Creo que de cada persona se aprende algo, se coge alguna manía o algún rasgo... Éste es el suyo.

El día en que lo adquirió quedó grabado en su mente, al igual que aquél otro día se grabó la cicatriz en su brazo.
Era diciembre. Llevaba días peleándose con margaritas intentando que fueran ellas quienes decidieran su futuro. Sin embargo, fue ella quién llegó al salón y preguntó por él: estaba en su habitación.
Subió corriendo las escaleras, como acostumbraba a hacer desde que había dejado de hacer deporte. Era un intento por mantenerse en forma. Al subir el último peldaño paró un segundo para coger aire y tocó la puerta.
Entró.
Luces apagadas, la luz del portátil a su lado iluminaba su cuerpo derrumbado en la cama y la música de Orishas bañaba de tranquilidad la habitación. Daba la sensación de estar en punto muerto. Tumbado boca arriba, sin hacer nada, como esperando a que algo pasara, tuvo que doblar el cuello y forzar la vista para ver su cara a contraluz.

El corazón de la chica se encogió. Se desvanecieron los argumentos por los que venía y sólo quiso abrazarlo y jurarle no separarse de él en la vida.
Cerró la puerta y con pasos gráciles se acercó a la cama y se sentó a su lado.
Con unos ojos grandes y saltones la miraba con todo su ser hasta definitivamente se le olvidó el motivo de su visita.
La vida nos trata a todos de distinta manera y tanto él como ella lo sabían.
Hablaron, dejaron que la música los tranquilizara. Los problemas siguieron ahí, latentes, pero la situación había hecho que parecieran un poquito más inofensivos que hacía unos minutos.
Pasó el tiempo y ella terminó acomodándose en la cama: apoyó las manos a ambos lados del cuerpo del chico y mirándolo a los ojos desde arriba el beso fue inevitable.
A ése beso le siguió otro, y a ese otro, otro más y otro... Había caído.
Dejó que esos brazos fuertes acomodaran su cabeza en la almohada y tuvo que quitarse las zapatillas de tela para poder sentirse del todo a gusto. Por si acaso, él la ayudó a quitarse el jeresey.

La música no había dejado de sonar y ellos jugaban, rodando de un lado a otro de la cama, compartiendo caricias, besos, sonrisas, dulzura, cariño, comprensión, susurros, intimidad... Era un tipo de amor.
Irrepetible y único. Ése era su amor.





viernes, 7 de octubre de 2011

Se repite.


Esto es un copia-pega de un antiguo tablón que tenía por ahí guardado. Lo he leído y he creído apropiado volver a sacarlo a la luz....

"Hace ya un par de semanas que cumplí los ansiados dieciocho.
Al margen del hecho de que ya no voy a tener que aprenderme ningún DNI ajeno de memoria para intentar entrar en una discoteca, me he dado cuenta de que no ha habido ningún tipo de cambio. Hay cosas que son iguales que cuando tenía 17, 16....
Tiempo atrás perdí a un amigo, un amigo de los que tienen pase VIP en nuestros corazones. De ésos que son inolvidables. Dejan marca sin buscarlo, al mismo tiempo que tú dejas marca en ellos.
¿Y cuando se fue, qué? Nadie se imagina lo que sufrí. Por dentro, por fuera... aquello me ahogaba y no me dejó vivir durante una temporada que la temía interminable.
Ahora, incluso sabiendo que nunca más volverá a estar a mi lado, sigo soñando con sus sabios consejos y su apoyo incondicional. Añoro su capacidad para escuchar mis pequeñas crisis personales y esa cálida mano que me acompañaba en todos mis caminos, que nunca me soltaba, ni aunque me chocara con todos los muros que hubiera cerca. Digamos que era para mí lo que para un ciego su bastón.
Tengo dieciocho años. Soy mayor de edad. Puedo comprar alcohol, tabaco, votar, hacerme tatuajes y piercings sin autorización de un tutor... Soy libre y responsable. Mucho más: soy autónoma.
Pero una vez más, me doy cuenta de que echo en falta un bastón. ¿Sabéis? Una cosa no quita la otra; ser autónomo y ser ciego son compatibles.
Este mismo año he sentido algo extrañamente similar a lo que sentí por mi "difunto" amigo. Fui feliz durante un tiempo. Poco, por supuesto, porque aprendí del primer palo y ahora soy exageradamente orgullosa y procuro ser lo más autosuficiente que puedo. De buenas a primeras soy pura desconfianza y bastante reservada.
Cierto es que no me va mal. Al no entregarte rápidamente a alguien, no te llevas disgustos pero, me hizo tanta ilusión esta vez...
Eso es, exacto: me devolvió la ilusión. Un bastón nuevo. Parecido -nunca igual- al anterior. Confié. Erré. Errar es de humanos, pero allí no había rectificación posible. Me volví a llevar un palo. Pero esta vez, era la segunda. No dolió tanto.
Gracias me doy por tanto. Por aprender. Por aguantar. Porque hay veces que, por mucho que digan lo contrario, una fortaleza, no viene mal."

martes, 4 de octubre de 2011

Tema apropiado para leer este texto: http://www.youtube.com/watch?v=IIuQM_q0IUU&feature=autoplay&list=PL5993C845D17A1DCC&lf=BFp&playnext=1

A veces sueño y las demás ocasiones deseo estar soñando.
Me explico: pienso que la vida está llena, pero absolutamente repleta de risas, de conversaciones interesantes, de nuevos datos, de progresos y no retrocesos, de juegos malabares por las calles y caras amigables por doquier.
Bien, todo optimismo hasta aquí. Pero resulta que de vez en cuando llega un día de ésos en los que el despertador suena tarde y te levantas deprisa y corriendo. Por consiguiente, te encuentras la puerta de clase cerrada y entras bajo la fulminante mirada del profesor y un apremiante discurso sobre la puntualidad mientras 30 pares de ojos te siguen atentamente hasta que te sientas en última fila, desde donde apenas puedes ver la pantalla y seguir la clase te resulta imposible.
Justo ése es el día en el que mil detalles te recuerdan a tu ex novio y toda tu gente de la ciudad donde naciste parece ponerse de acuerdo para que veas lo bien que se vive allá arriba.

Ésos son los días que me hacen darme cuenta de que no todo es un sueño y de que el día a día no siempre es divertido. Que no siempre toca ir a un parque de atracciones con mi amiga la maña ni tampoco reírme con mis amigas tiradas en un apartamento en Málaga mientras nos lamentamos de la existencia de Paris Hilton y lo vergonzosas que eran las actuaciones de Amy Winehouse en los escenarios.

También son ésos los días que me hacen darme cuenta de lo asquerosamente dichosa que soy.
Nací en la ciudad más hermosa que pueda haber (además, ¡soy vasca!), tengo mil amigos pero tengo la suerte de saber con cuales de ellos cuento para todo, tengo una familia que me adora y a la que adoro, unos aitas que, a pesar de la distancia, y de lo poco que los he visto durante toda mi vida, están ahí siempre que quiera. También cuento con la suerte de haber entrado, como bien aprendí en novatadas, en la "puta carrera de medicina" y es que a diferencia de muchos, yo HE LLEGADO y estudio lo que me gusta. De hecho, hay veces que me pongo delante de los apuntes y del atlas de anatomía y sonrío al ver donde estoy.
Tengo el lujo de estar viviendo fuera de casa, de tener una nueva vida aquí en Madrid, ciudad de "el todo" y digo el todo, porque aquí hay de todo.
Qué suerte he tenido por haber conocido el sector hippie y el pijo, las noches de jazz en el Café Central y la mejor música de la sala Pantera. Me he pateado la Gran Vía de arriba abajo y he descubierto el encanto de Chueca, la Latina y he comprado en las tiendas de Fuencarral.

Más suerte aún por haber conocido a quienes he conocido, por haberme rodeado siempre de buena gente y de compartir sonrisas y abrazos, buenos momentos y malos, sobresalientes y suspensos...

¿Alguien da más?
Cada día me convenzo más a mí misma de que estoy demasiado bien acostumbrada.
He sufrido, como todo el mundo. No tanto como muchos, pero más de lo que la mayoría piensa.


Como diría el grupo 995 en el rap Todo va bien (http://www.youtube.com/watch?v=4VyO0VhrqDE)
yo amo a mi padre y a mi madre


No quiero que con esto nadie se hunda en la miseria, ni me tenga envidia. Lo único de lo que hay que envidiarme es de mi optimismo. Aplicaos el cuento, que ni lo malo es tan malo ni lo bueno es tan bueno.

SED FELICES

martes, 28 de junio de 2011

Dolor.

No hay nada más bonito que sentir el dolor ajeno. Por lo menos, no existe nada que cause tanta adicción.
Saber entender a alguien, escucharle y asentir con la cabeza por estar escuchando con el corazón...

Qué decir de la satisfacción que es para mí escuchar un grito de alegría cuando una amiga extiende sus brazos detrás de mí en la moto y sonríe con los ojos cerrados creyendo que el mismo viento que arranca sus lágrimas se llevará todo lo que la hace llorar.

Sólo un abrazo en un semáforo en rojo pueden hacer que me sienta tan satisfecha y útil. Ha sido eso es lo que me ha hecho sentir como en una película en la que aún no sabemos el destino de la protagonista. Eso último no me ayuda a librarme de mi angustia porque no hay nada que más me duela que sentir las lágrimas de una amiga en un abrazo, ni nada que avive más mi odio hacia terceras personas que una amiga cabizbaja acurrucada en mi hombro sollozando.

No hay nada peor que saber que tu apoyo no sirve para devolverle la sonrisa. Que no puedes arreglar su mundo. Sólo asegurarle que vas a ayudarle a reconstruirlo.

Asegurado queda.

miércoles, 22 de junio de 2011

Larreta.


A medida que se acerca el día, la angustia aumenta.
"Estas cosas pasan", lo sé. Mejor que nadie.
Todo lo que empieza, termina algún día.
El llanto de un bebé termina con los sonidos de los líquidos que entran y salen del cuerpo prácticamente inerte de una anciana. Es ley de vida.
Boca abierta, mirada perdida en el vacío...
Los familiares y amigos que desfilan por la habitación del hospital no consiguen devolverle su genio, su orgullo, la dulzura de su mirada al ver llegar a sus nietos... Boca abierta, mirada perdida... Ningún cambio notable en los últimos días.
Ahora, los jovenes llegan a verla y sólo consiguen que ese cuerpo distante y frío se esfuerze por mover la boca. Optimistas, intuyen que se trata de un amago de sonrisa.
Una mujer que, por sus dotes y cuidados podría pasar por enfermera, agarra las manos hinchadas de la vieja mujer. La cuidadora sabe que el riñón comienza a fallar y que, junto con el tumor, agotan el tiempo de vida de la mediana de las Larretas. Todos lo saben. Ella también es consciente, pero no se rinde. Nació valiente y elegante y con los años, se formó como mujer fuerte, responsable y cariñosa.
No cuesta imaginarla en medio de la guerra, o al cargo de sus hermanos pequeños o de sus hijos... o nietos. Nada que temer, sólo a la soledad.
Y hacía ya tiempo que estaba sola. Partida. Por eso ya no era la misma. Añoraba, al igual que yo, esa mezcla de olores -tabaco y colonia- y esas cervezas con patatas fritas a la una del mediodía. Pero es lo que hay. Es... ley de vida.
Ahora. Presente. Hoy. Vivimos en la actualidad, en el día a día. Los sentimientos cobran forma de lágrimas, sonrisas... aunque a veces no se vean, y esque, da vergüenza enseñar al mundo el odio, la debilidad, el afecto... Ser humano, asusta.
Supongo que ella se dio cuenta, de que no hay nada que temer, nada antinatural, nada que esconder, nada que..., nada que..., nada.... NADA. Por eso quizás, tras luchar, haya decidido...
Amor, mucho amor. Muchos dibujos, canciones, cumpleaños, regalos, paseos por la Parte Vieja, por la Zurriola, Hernani...
Amor de nieta, amor de amona.

---------Esto lo escribí hace ya un tiempo, más de un año. Sin embargo, he creído conveniente incluirlo en este blog porque es un texto que me gusta mucho, en el que reflejo muy bien lo que pensaba y aun pienso...

domingo, 22 de mayo de 2011

Etxera, mesedez.

Noizbehinka burura datozkit etxeko oroitzapenak; zelai berdeak imaginatzen ditut, itsasoko usaina gogorarazten saiatzen naiz eta amaren bazkari goxoak faltan botatzen ditut. Aitak maitekiro esnatzen nindunean eta motorra pizten nueneko soinu hunkigarria faltan botatzen ditut ere.
Trixte sentitzen naizenean etxera bueltatzeko gurea baino ez dakat. Amarekin lasai-lasai etzateko telebista aurrean eta, oheratzerakoan, neure burukoan aurpegia murgiltzeko, amets miragarriak izango ditudala sinetsiz.
Izan ere, etxean baino hobe, inon ez.



martes, 19 de abril de 2011

Jazz.

Me da pena, porque hay muchas veces que quiero escribir y no lo hago.
Soy consciente de que he abandonado esto un poco, pero creo que va a ser así siempre.


Era sorpresa. Juan los había llevado a todos a un lugar que definía como fantástico.
Llevaba una semana emocionadísimo y asegurándoles que les iba a encantar. Se lo veía tan entusiasmado que era imposible dudar de la veracidad de sus palabras. "ya veréis ya... y a ti, Claudia, a la que más. Ya veréis, ya. Tengo unas ganas de ver vuestras caras..." decía sin poder reprimir una sonrisa ilusionada.

Llegó el esperado viernes por la tarde, y tras ese desastroso examen todos, incluido Juan estaban bajos de moral. Aun así, siguieron las indicaciones de su amigo y montaron en bus y metro hasta llegar al centro de Madrid.
Bajaron en Sol y callejearon por detrás del edificio de las campanadas.
Juan, que no había estado nunca, necesitó de la ayuda de un par de farmacéuticos que atendieron con rapidez al joven guía desorientado para llegar a su destino final.
Era una cafetería de fachada antigua y ventanales grandes que permitían ver un escenario al fondo. Las terrazas de fuera estaban atestadas de gente que emitía todo el ruido y la alegría de la calle con las palabras que intercalaban con sorbos de café. Encima de la puerta de entrada unas letras amarillentas por el paso de tiempo rezaban "CAFÉ CENTRAL" y a ambos lados de la puerta había carteles grandes que rezaban "Hoy toca el grupo de jazz RACALMUTO a las 22.00. Venta de entradas a partir de las 21.00"
Efectivamente, a Claudia se le iluminó la cara. Ella era una fanática del jazz y tras estrujar la mano de Óscar corrió a dar un abrazo y un beso a Juan. "¡Sabía que te encantaría el plan!" le dijo.
Tanto cariño hizo que el bueno de su novio, Óscar, se pusiera celoso y una vez dentro, se aseguró de conseguir un asiento al lado de la chica.
Ella apenas se dio cuenta. Estaba demasiado embobada viendo a los músicos preparar los instrumentos mientras Óscar admiraba su belleza resaltada con aquella camiseta roja que dejaba al descubierto sus brazos naturalmente morenos. Llevaba su oscura melena recogida en una trenza que caía sobre su hombro derecho y lucía una coqueta flor roja en el lado izquierdo, muy propio de ella.

Lograron a duras penas captar la atención de un camarero extremadamente atareado. Pidieron unas cervezas bien frías, las entradas y una tosta que quedó en el olvido al poco de empezar el concierto.
El bar estaba hasta arriba pero el clarinete acalló al gentío nada más tocar las primeras notas.
Mientras tocaban, Claudia observó maravillada cómo la música une a las personas. Hombres y mujeres de etnias y culturas distintas, de sexos distintos y de vidas paralelas se apiñaban en un local insuficientemente amplio y callaban ante aquellos magos de la clave de sol.
Vio a un caballero con su hijo de diez años, más allá, dos parejas que rondaban los cincuenta se apiñaban en una mesa llena de copas vacías. De entre ellos un señor especialemente bullanguero y de vestimenta pintoresca le hizo sonreír. Más por el pobre muchacho que estaba a su lado soportando sus chistes malos con cara de desesperación que por los sonoros comentarios de aquel gracioso bonachón. El pobre chico de unos 19-20 años abrazaba a una chica que parecía embelesada por los músicos pero que, cada poco, miraba de reojo a su acompañante. Había varios cafés en su mesa y un par de pintas de Guiness que acompañaban a una despreciada tosta. Esto hizo a recordar a Claudia que también había una en su mesa y se giró para coger un cachito.
Volvió a mirar a la pareja que soportaba los comentarios del señor de camisa hortera y en parte, los envidió por la magnífica mesa que habían conseguido, justo en primera fila, delante del trompetista que parecía estar a punto de estallar de lo roja que tenía la cara por tocar.

Tras el trompetista, el batería se dejaba la piel con los platillos y los ritmos y cada poco, se peinaba su pelo canoso detrás de la oreja. A su lado, el entusiasta contrabajo con la camisa algo desabrochada pecaba de poner caras extremadamente raras debido a la motivación, debido a semejante nivel de concentración, de integración con el instrumento...
Por último el pianista y el clarinete parecían mantener un duelo que con miradas cómplices y juguetonas en el mejor sentido, convertían en un baile de notas que se oponían con total armonía.

Claudia volvió la vista a Juan y sonrío mientras pensaba "gracias".

jueves, 17 de febrero de 2011

Humedad

Los días de lluvia no siempre son bien recibidos, pero a mí me hacía falta.
a. Fue despertarme, oír las gotas de lluvia golpeando contra la persiana y con la cabeza aún hundida en la almohada sonreí tontamente.
La verdad es que me rompió los esquemas por completo porque pensaba ponerme unos zapatos de piel vuelta pero la lluvia me había puesto de tan buen humor que no me importó ponerme las catiuscas. 
Me levanté anormalmente motivada y despejada a pesar de haber dormido sólo cinco horas. Fui al comedor y acompañé las tostadas matutinas con un café y como buena palurda y pringada -o eso es lo que dicen- estudiante de medicina, me puse a hincar codos.

Estaba preparando un examen que tenía al día siguiente y, la verdad es que lo daba por perdido. Me había tirado la semana previa enferma y demasiado fastidiada como para estudiar bien y desde luego, no contaba con la opción de poder aprendérmelo todo y a la perfección a tiempo o por lo menos, no lo suficiente como para aprobar.
En este caso quedaba claro que aquello de "querer es poder" no siempre se cumple. Llevaba cuatro días acostándome entre las dos y las tres de la mañana y era consciente de que ya se me podía aparecer la vírgen que ni por esas me daba tiempo de estudiarme el último de los diez temas que me entraban. 
"En fin"-me decía a mí misma- "querer no es poder, querer es intentarlo, así que aquí me quedo hasta que eche raíces."
Parece que esto de convivir con andaluces hace que me haya vuelto un tanto exagerada y no me quedé allí hasta tan tarde, pero sí que estuve horas y horas hasta que ni los vestigios de café que circulaban por mi cuerpo pudieron combatir el cansancio. Entonces, a las tres-cuatro de la mañana, me levanté, me fui a mi cama y una vez dentro pensé: "yo ya lo he intentado, ahora, lo que salga."


miércoles, 9 de febrero de 2011

En un pueblo de Cantabria.


Esa tarde Ricardo no lograba conciliar el sueño por lo que se levantó del sofá gruñendo y maldiciendo el no haberse podido echar la siesta.
Fue a la cocina a por un vaso que rellenó de lo poco que había sobrado del zumo de naranja que su mujer había preparado aquella mañana. 
Con pulpa y sabor a naranja en el paladar inspeccionó los armarios de madera deseoso de encontrar alguna galleta de chocolate, pero desde que Matilde -acomplejada y con razón- había decidido empezar una dieta, escaseaban tales manjares en aquella casita y tuvo que satisfacer la gula con una triste torta de maíz dietética. Era la última que quedaba, y por un sagaz instante se alegró, pero rápidamente recordó que su mujer había marchado a la ciudad mientras el descansaba y que muy probablemente ya se habría hecho con reservas de tortas de maíz para el resto del año. "Puaj" marsculló.
El silencio de aquel cántabro pueblo permitió a Ricardo escuchar el mujido de las vacas de los campos cercanos a su humilde morada mientras apuraba las últimas gotas del fresco zumo con una pajita. Las mismas gotas que le ayudaron a paliar el seco sabor de la tortita.
Se disponía a poner la radio cuando unos gritos de histeria junto con unas carcajadas le incitaron a aproximarse a la ventana de la cocina.
Descorrió las viejas y pesadas cortinas color verde caqui y cuál fue su sorpresa al ver a dos jovencitas andando en patín bajando a vertiginosa velocidad la cuesta de delante de su casa. Ambas mantenían el equilibrio perfectamente, pero a una se la veía resuelta y desafiante ante la velocidad mientras que la otra no parecía dispuesta a confiar su integridad física a dos ruedas y una tabla.
En cuestión de segundos sus cuerpos se convirtieron en dos puntos en la lejanía que marchaban carretera abajo por los caminos más desconocidos de la comarca. Terminó confundiéndolas con los verdes campos de la costa cántabra y le sirvió para darse cuenta de lo bonito que era aquello.
El mar del norte y las vacas, ovejas y caballos pastando apaciblemente por los esperanzadores campos de los alrededores de Santander mostraban esa paz que todo montañero busca, esa tranquilidad que toda alma ansía y esa inspiración que todo escritor anhela.

Grandísimo viaje S & B.

jueves, 3 de febrero de 2011

Muere la magia

"...él siempre acababa en un rincón, siempre añoraba días felices hoy ausentes pero cuando el respeto se pierde, muere la magia..."
No hay aviso, pasa sin más.
En esas temporadas en los que su vida se resumía en apuntes de anatomía, Irene tenía más tiempo para pensar. No debería de ser así, es cierto, pero es que los folios llenos de palabras y vacíos de sustancia la incitaban a huir. Le tentaban a escapar para luego volver y aterrizar torpemente en la cruda realidad.
Esta vez frecuentaba su mundo más que de costumbre probablemente debido a que le dolía más de lo normal el aborrecido “aterrizaje”. ¿El motivo? Muy simple, el tiempo se le había ido de las manos. Se le había hecho irremediablemente tarde.
Sin embargo, una vez más Irene estaba parcialmente en su mundo. Esta vez volvía de la universidad. Una dura jornada le había hundido la moral y la tarde de estudio que se le presentaba no le animaba a levantar cabeza. Sentada en el autobús de vuelta a casa, su mirada deambuló entre los rostros desconocidos del vehículo. Sus ojos se encontraron con cabezas rapadas, con melenas rubias, gorras, vestidos, ojos verdes y marrones y un par de libros de inglés.
Se levantó apresuradamente cuando se vio a punto de llegar a su parada y con unos leves empujones alcanzó la puerta antes de que se cerrara tras ella.
Comenzó a caminar con la mirada perdida, maldiciendo la cantidad de músculos que un ser humano tenía en su antebrazo hasta que una mirada familiar la hizo bajar de las nubes. Y esta vez, aterrizo de bruces contra el suelo.
Su primer instinto fue sonreír y saltar a sus brazos. De hecho sonrió, pero el hecho de no recibir otra sonrisa a cambio le quitó las ganas de abalanzarse sobre el chico que se acercaba de frente y de repente sus brazos parecieron haberse vuelto de plomo.
Siguieron avanzando sin perder contacto visual y cuando les separaba un metro de distancia el chico paró en seco e Irene, nuevamente guiada o más bien traicionada por sus instintos acortó las distancias para plantarle un par de besos en las mejillas a modo de saludo. Él, en tensión, sólo se limitó a ser educado y a preguntarle por detalles superficiales de su vida, esa misma de la que Irene procuraba huir.
Contenta, agitada y desconcertada Irene respondió sobre una realidad que no le pareció ni propia, pero las respuestas parecieron satisfacer la cortesía del muchacho, así que con unas apuradas palabras a modo de despedida la esquivó y siguió hacia adelante.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, ella se sentó en el bordillo de la acera un par de minutos antes de reanudar su marcha. Las piernas las sentía cansadas y el corazón acelerado. La alegría de verlo no cuadraba con la rudeza de la despedida. Definitivamente esos aterrizajes forzosos no le gustaban un pelo.
Decidida a no derramar lágrimas en un lugar público, se incorporó y erguida y con los pies en la tierra, marchó a su casa con los apuntes de anatomía bajo el brazo.
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